Reverly



Wren Ballard está intentando encontrarse a sí misma.


Nunca esperó divorciarse a los veintisiete años, pero ahora que la fecha de la audiencia ha pasado, es oficial. El papeleo es definitivo. Sus sentimientos no lo son.


Pasar el verano en un pequeño pueblo de montaña a las afueras de Seattle es exactamente lo que necesita. El paisaje tranquilo es un hecho, el gato con el maullido ronco es una sorpresa, pero, ¿la verdadera sorpresa? Un vecino melancólico con bonitos brazos, una extraña reputación y ningún interés en ella.


Anderson Black está perfectamente bien estando perdido.


No le importa la nueva residente de la ciudad, está demasiado ocupado luchando contra sus propios demonios. Pero, cuando se encuentra cara a cara con Wren, puede ver sus heridas aún frescas desde un kilómetro de distancia. Lo que no ve venir es su necesidad de saber quién las puso allí, o su desesperación por repararlas.


A veces perderse es la manera de encontrarse a uno mismo.


A veces la curación sólo añade una nueva cicatriz.


Y, a veces, el último lugar en el que esperabas estar, es exactamente donde encuentras tu hogar.

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