¿Sabes que Cenicienta tenía la zapatilla de cristal, el carruaje de calabaza y el hada madrina?
Sí... con tacones de aguja que destruyen los pies, Uber y un horóscopo de Twitter, mi vida está lejos de ser un felices para siempre.
De hecho, en lugar del Príncipe Azul, termino saliendo con cada rana babosa, escamosa y sin cerebro en el reino de Manhattan. Y por rana, me refiero a todos los tipos malos estereotipados de los que las películas que mamá y Lifetime te advirtieron.
El jugador con cabeza hueca.
El hijo de mamá.
El lanza nombres.
El tacaño.
Si apestas en las relaciones, probablemente he besado esos labios fríos y húmedos con la esperanza de encontrar el amor. Hasta que un día, un hombre con problemas de compromiso se ofrece a ayudarme a encontrar el Romeo de mi Julieta.
Pero, ¿qué pasa cuando la rana, que se suponía que nunca se convertiría en príncipe, te besa a medianoche? Bien, él me propuso una tarde de deleite después del brunch, pero no todo puede ser directo de un cuento de hadas
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