Mi padre los llamaba mensajeros.
Una vez me dijo que caminaban entre nosotros, y que en algún lugar de esta ciudad oscura e impía, brillaba un tenue resquicio de esperanza. Solo tenía que buscar las señales.
Pues bien, he pasado toda mi vida investigando lo inexplicable, y todo lo que he encontrado son los inquietantes vestigios de la iniquidad, la evidencia de otro mundo envuelto en lo oscuro. Purgatorio para algunos, donde la depravación se esconde en las sombras, y las chicas como yo son poco más que deliciosos bocados de tentación.
Otros lo llaman Nightshade.
Este peculiar lugar es donde conocí al frío e insensible recluso que vive en una decadente catedral junto al acantilado. Jericho Van Croix es la personificación de todo lo que me han dicho que debo temer. Un presagio de alas de cuervo que lleva la intriga como un cálido manto negro. Un enigma que estoy decidida a desentrañar, incluso si eso significa acercarme más de lo debido.
Un toque está prohibido. Incluso un beso sería mi muerte. Pero el pecado en sus labios me quema como una llama salvaje, y su creciente enamoramiento debilita mi determinación.
Sin embargo, darle lo que quiere significará que no hay oportunidad de redención o de escapar. Lo peor es que las señales que he seguido y no he visto todos estos años empiezan a desenmascarar una realidad aterradora: que caer puede ser mi única gracia salvadora.
Mil gracias a EL!
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