Y es que Rose Ellis tiene y ha tenido desde que recuerda un objetivo primordial en la vida: hacerse un nombre y una reputación como geóloga. Lleva trabajando desde que tiene uso de razón para descubrir fósiles en las orillas de Lyme Regis, y aunque para una mujer de clase trabajadora y raza negra no es nada sencillo recibir ningún tipo de reconocimiento, está decidida a que nada se lo impida, incluidas las acusaciones de que su trabajo es un fraude y no merece crédito alguno.
Ni siquiera ese pintor soñador, segundo hijo de un conde... que no es capaz de sacarse de la cabeza desde que lo conoció. Hasta ahora, Perry se ha contentado con gozar del plácido discurrir de su vida, sin sobresaltos ni responsabilidades, pero la repentina muerte de su hermano mayor lo ha puesto todo del revés. Ahora ya no es Perry, sino lord Peregrine Belmont, futuro conde de Sheriden. Y eso significa una nueva vida de cumplimiento del deber familiar, que no tendrá nada que ver con la que había soñado, tanto para él como para la mujer de la que se está enamorando.
Después de que Rose salve la vida de Perry y, casi al mismo tiempo, saque a la luz un esqueleto que bien podría cambiar el futuro de ambos, deberán enfrentarse a una decisión que podría poner en riesgo no solo el título nobiliario, sino un compromiso matrimonial y, por si eso fuera poco, toda una reputación. ¿Merece la pena seguir con un amor imposible, pero contra el que ninguno de los dos puede luchar?
¿Será ese amor lo suficientemente fuerte como para vencer en la batalla que les aguarda?
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